Para diagnosticar la fibromialgia, el médico realiza una exploración física de todo el cuerpo, presionando 18 puntos específicos, conocidos como "puntos gatillo". Una vez diagnosticada, el tratamiento se enfoca en reducir el dolor y tratar los síntomas que lo acompañan.
Esto incluye una combinación de analgésicos, antidepresivos, terapia psicológica y física, y una alimentación adecuada.
Aunque no existe una cura definitiva para la fibromialgia, el tratamiento puede ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes y reducir los síntomas asociados.
El uso de medicamentos como la pregabalina, en dosis recomendadas por el médico, puede ser una opción para controlar el dolor y mejorar la calidad del sueño.
Además, seguir algunas reglas higiénicas para mejorar el sueño, como evitar la exposición a temperaturas extremas, limitar el consumo de café y alcohol antes de acostarse y utilizar una almohada adecuada, también puede ayudar a controlar los síntomas.
A pesar de que la fibromialgia no deja secuelas físicas, puede alterar significativamente la calidad de vida de los pacientes y limitar su capacidad para realizar actividades cotidianas.
